Este capítulo narra
cómo los pequeños propietarios de tierras se las ingenian para hacer de sus
tierras, tierras fértiles y para crear nuevos árboles frutales y para hacer que
crezcan más sanos y rápidos.
El problema llega a la hora de la recogida, ya que no pueden
pagar a los campesinos y los propietarios prefieren tirar los frutos antes de
regalarlos a muertos de hambre. Así llega de nuevo la miseria y la
putrefacción.
“Quemar café como combustible en los barcos. Quemar maíz para calentarse, hace un cálido fuego. Tirar patatas a los ríos y poner vigilantes a lo largo de las orillas para evitar que la gente hambrienta los pesque. Matar a los cerdos y enterrarlos y dejar que la putrefacción se filtre en la tierra.” [p.528]
“La tierra fértil, las rectas hileras de árboles, los robustos troncos y la fruta madura. Y los niños agonizando de pelagra deben morir por no poderse obtener un beneficio de una naranja. Y los forenses tienen que rellenar los certificados – murió de desnutrición – porque la comida debe pudrirse, a la fuerza debe pudrirse.” [p.528]
“En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia.” [p.529]
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